Carta de Emeterio
Fuensaldaña, 21 de octubre de 2013
Cuando decidimos desarrollar el proyecto de La Legua, pensamos que además del buen hacer técnico y empresarial, necesario para su viabilidad, era imprescindible centrar también nuestra atención en otros aspectos menos materiales pero no por ello triviales para el desarrollo del ser humano.
Toda actividad humana puede llegar a ser creativa y artística, siendo la viticultura y la enología dos campos muy aptos para el surgimiento y desarrollo del arte.
La elaboración del vino está condicionada por múltiples factores que interfieren en cada etapa de su proceso de elaboración, y que nos obligan a tomar decisiones y optar por un camino determinado. Desde el cultivo de la uva, con más de veinte posibles acciones sobre la viña a lo largo de todo el ciclo anual, como posteriormente durante todo el proceso de elaboración y crianza, la elección dentro de las múltiples opciones de actuación son las pinceladas que poco a poco van esbozando y estructurando el lienzo final de la obra de arte que es el Vino. Y como tal, tiene un carácter único, personal e irrepetible. Así es el vino de La Legua.
Otro aspecto que hemos intentado ensalzar es la actitud de acogida, fiel reflejo e inspiración de la familia que está detrás del proyecto La Legua. En La Legua procuramos generar un ambiente agradable no solo para familiares, amigos y colaboradores, sino también para toda persona interesada por el mundo de la viña o del vino, haciendo de su visita a nuestras instalaciones una verdadera experiencia para mantener en el recuerdo.
Estos pequeños matices son los que infunden la filosofía de esta modesta empresa familiar y colman de sentido nuestro proyecto.
Emeterio Fernández Marcos